Una pandemia de desinformación, con Christian Pérez y Alex Baggins
Los invitados de hoy ha trabajado incesantemente durante la pandemia en laboratorios, hospitales y desmontando bulos, mentiras y desinformaciones sobre la serie de cuestiones que han salido en esta situación tan novedosa, a nivel planetario, que nos ha tocado vivir. La pandemia de covid-19 nos pilló por sorpresa a la inmensa mayoría de la población humana terrestre. Rara es la familia que no haya sido afectada por algún caso, o más, de esta enfermedad con las consecuencias fatales o graves.
Una cosa muy humana es la negación de la realidad cuando las circunstancias superan a las estrategias de afrontamiento que se disponen. Eso no se cuestiona ni se minusvalora.
Lo que se cuestiona es que se sigan diciendo los mismos mantras anticientíficos, negadores de la pandemia y antivacunas sin cesar después de lo que nos ha tocado vivir, sin atender a las evidencias que en principio cuestionaban y después avalaban los datos científicos.
Vamos al principio
A finales de enero de 2020 se confirma un caso de coronavirus y cinco en observación en La Gomera, Canarias.
A partir de ahí empezaron las contradicciones, los datos se iban superponiendo, en un periodo de 36 horas se podía cambiar de opinión 4–5 veces.
Un protagonista emergió desde los despachos del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES), algo que sólo se conocía de películas apocalípticas, de repente la población se dio cuenta que eso existía, que cada país tiene su propio Centro de Coordinación de Emergencias. Como digo, este protagonista emergente se llama Fernando Simón.
Fernando Simón en la rueda de prensa del 31/01/2020 nos decía:
“España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado” y que esperan que “no haya transmisión local y en ese caso sería muy limitada y muy controlada”.
En febrero de 2020 un presentador de telediarios muy famoso en España nos dijo algo que no supimos valorar en su plena comprensión, produjo un fenómeno científico que la población no comprende algunas veces.
Lorenzo Milá, en ese momento corresponsal de TVE en Italia, nos decía:
“Estamos ante un tipo de gripe”, “No podemos hablar de un virus terrorífico como el ébola”, sino de “un tipo de gripe del que se cura la gran mayoría de personas que se han infectado”, “Parece que se extiende más el alarmismo que los datos”.
Algo que parece en principio se lanzó al aire para tranquilizar a la población. En prensa salió que se estaba aplaudiendo a Lorenzo Mila sobre su explicación sobre el coronavirus había sido muy efectiva, tranquilizadora y no había motivo para la alarma.
https://www.elmundo.es/f5/descubre/2020/02/26/5e5631aafdddff2c788b45a6.html
Está clarísimo que Lorenzo Milá estaba diciendo lo que las autoridades sanitarias italianas decían, él no se inventó nada, él no mintió, él hizo periodismo. PERO…
Pero estábamos ante algo novedoso, no era una “simple gripe”.
Delante de nuestros ojos estábamos viendo a la Ciencia, sí, la Ciencia con Mayúsculas, trabajar en algo que “no se sabía exactamente qué era”. Que la Ciencia se expusiera así de esa manera también pilló a traspiés a los propios científicos/as e investigadores. Sacar a la Ciencia a el primerísimo escenario de la noche a la mañana dio cuenta de que “El Método Científico” no es una varita mágica a la que le das dos golpitos y un hechizo y ya. No, nada que ver. La Ciencia tiene sus métodos, sus protocolos y tiempos y la prisa inicial que hubo en esos primeros meses del año 2020 provocó más confusión e incertidumbre.
La traumática irrupción de la covid-19 hizo que cualquier atisbo de avance científico saltara a los medios de comunicación sin confirmar y sin que se fundamentara adecuadamente. Dando más confusión a la ya existente.
Marzo 2020
En España el 14/03/2020 sale el RD poniendo la situación de emergencia sanitaria provocada por el coronavirus Sars-Cov-2 y la enfermedad que provoca la covid-19.
https://www.boe.es/buscar/doc.php?id=BOE-A-2020-3692
En Europa estaban desde el 28/01/2020 con reuniones de “puesta en común de la información”. Desde el 02/03/2020 la Presidencia croata decidió intensificar el funcionamiento del Dispositivo de Respuesta Política Integrada a las Crisis (Dispositivo RPIC), pasando del modo de puesta en común de información al modo de activación plena.
https://www.consilium.europa.eu/es/policies/coronavirus/timeline/
El 10/03/2020 se celebra un reunión de los miembros del Consejo de Europa y se ponen en común cuatro prioridades:
- limitar la propagación del virus,
- garantizar el suministro de equipos médicos,
- promover la investigación, en particular para el desarrollo de una vacuna,
- dar respuesta a las consecuencias socioeconómicas.
El 12/03/2020 los ministros de Educación debaten las repercusiones de la COVID-19 en materia de educación y formación. Tenían que consensuar las medidas para que se garantizara que no se interrumpa el aprendizaje.
14/03/2020 Real Decreto en España que indica la declaración del estado de alarma por quince días prorrogables.
16/03/2020 Los dirigentes del G-7 celebran una videoconferencia para coordinar la respuesta mundial al brote de COVID-19. Se comprometen a trabajar juntos para:
- coordinar las medidas necesarias de salud pública para proteger a las personas que corren riesgos derivados de la COVID-19,
- restablecer la confianza y el crecimiento y proteger el empleo,
- apoyar el comercio y la inversión mundiales,
- fomentar la cooperación en materia de ciencia, investigación y tecnología.
Y así, se fueron dando reuniones de trabajo, informativas y ejecutivas en base a una premisa primordial: Limitar la propagación del virus.
Esto no iba de un país concreto, esto iba del planeta entero.
Y empezó la gozadera de las teorías de la conspiración
Mientras que la inyección de dinero y la alianza entre los científicos/as se hacía efectiva ante este desafío sanitario que vivían los humanos de la Tierra por este fenómeno desconocido, estábamos ante algo peligroso. La sociedad buscó explicaciones sobre el origen y las características del nuevo virus, sus tratamientos y vacunas. Todas las ramas de la Ciencia experimentales y sociales, además de las del área de Salud, estaban involucradas.
Había un sesgo social de entrada, y sigue habiendo. El pensar que las pandemias sólo afectan a países pobres o en desarrollo había frenado la inversión en la investigación sobre enfermedades infecciosas. Encima, la inmensa mayoría de la población conoció palabras nuevas como asintomático, algo que yo conocí en los 80 con el VIH y el SIDA, pues parece ser que eso de ser “una enfermedad a veces asintomática” no era comprendido.
El tema es que las características del Sars-Cov-2 sean difíciles de controlar, dando lugar a mucha incertidumbre y gran vulnerabilidad cognitiva, social y económica ha sido el campo propicio para que las teorías de la conspiración proliferen. Las características básicas de este coronavirus son:
- la presencia del virus en personas asintomáticas que lo transmiten con gran facilidad;
- su enorme capacidad de infectar distintos tipos celulares y causar una gran variedad de patologías (en pulmón, intestino, riñón, cerebro, corazón, vasos sanguíneos, páncreas…);
- su capacidad de inducir una respuesta inmune limitada;
- y la reemergencia en un porcentaje de los infectados en pacientes supuestamente “recuperados”.
Todo esto dio lugar a que en poco más de un mes se conociera más del SARS-CoV-2 y de la COVID-19 que de otras enfermedades en lustros. Una información científica que ni la propia comunidad científica es capaz de absorber y asimilar. Todo esto junto a la realidad de un planeta hiperconectado a través de las redes sociales ha generado una auténtica pandemia de información, una infodemia.
Y es aquí donde entra el libro de Christian Pérez: “Una pandemia de desinformación”.
https://twitter.com/christianperez/status/1566027904273743883
Prologado por Amós García (Médico Epidemiólogo y Vacunólogo, Presidente de la Asociación Española de Vacunología), y Alejandro Pascual Iglesias (Experto en Coronavirus y desarrollo de vacunas). El epílogo es de Miguel Marcos (Médico internista).
El libro da respuesta y explica cuestiones como:
- ¿Cómo y cuándo empezó la desinformación?
- ¿Cuántas vidas se ha podido cobrar?
- ¿Cómo se han desarrollado las vacunas?
- ¿Quiénes son los principales responsables de la difusión de fake news?
- ¿Cuáles son las noticias falsas más difundidas hasta el momento?
- ¿Cuáles son los riesgos de la desinformación?
- ¿Es la difusión de noticias falsas un delito?
- ¿Qué ocurrió con Didier Raoult en Francia?
- ¿Por qué Robert W. Malone afirma ser el «inventor de las vacunas ARNm»? ¿Es cierto?
- ¿Quién fue Luc Montagnier y por qué fue repudiado por la comunidad científica?
- ¿Por qué Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, ha sido acusado de crímenes contra la humanidad por su gestión de la pandemia?
- ¿Son la ivermectina o la hidroxicloroquina tratamientos realmente útiles contra la COVID-19? ¿Qué dice realmente la ciencia al respecto?
- ¿Por qué creemos en teorías de conspiración?
- ¿Cómo podemos detectar y combatir las fake news?.
Y unas cuantas más.
La desinformación en tiempos de gran incertidumbre
Hay una máxima que dice “la desinformación triunfa porque apela a los sentimientos”. En esta pandemia se ha visto que eso del “control” no es tan así, que a lo mejor el control es una ilusión efímera y frágil que provoca mucha incertidumbre cuando se cree que se ha perdido y a veces, esa incertidumbre, es difícil de manejar.
La paradoja en la que nos encontramos es que habiendo tantos medios de comunicación y tantas redes sociales la desinformación que pulula por ellas es algo que no se maneja.
Las plataformas de mensajería instantánea son las fuentes de información de confianza para millones de personas en el planeta. Por ahí pasan libremente los bulos, las desinformaciones y las mentiras ante los ojos horrorizados del consenso institucional y científico. Esas falsedades que corren por esas plataformas causan daños demostrables. Las empresas tecnológicas publicaron comunicados asegurando que trabajarían conjuntamente para combatir la infodemia (exceso de información), pero sus medidas fueron insuficientes. Nos consta que Youtube retiró vídeos. Twitter eliminó tuits y cuentas por mentir descaradamente, algunas otras plataformas también hicieron sus propias cribas. Y qué alegaron los charlatanes: ¡“Nos censuran”! Y se fueron a otras plataformas que supuestamente “no censuran”.
Poner la palabra censura da caché a los charlatanes, qué les encanta apelar al artículo 20 de la Constitución Española:
Eso sí, no conciben que la libertad de expresión es bidireccional, si ellos se consideran con el derecho a propagar toda clase de bulos, mentiras y desinformaciones, nosotros tenemos el mismo derecho a desenmascarar esos bulos, mentiras y desinformaciones.
El primer semestre de 2020 el escenario de incertidumbre potenciado por las noticias falsas que se movían por las plataformas de mensajería rápida proponiendo tratamientos que ponían en riesgo la salud, aún más, creció de una manera desmesurada. Vociferantes charlatanes que iban cogiendo sitio en las redes sociales con sus discursos negadores de la pandemia, negadores del virus Sars-Cov-2, y gritando sin parar contra las medidas como los diversos confinamientos que se iban dando en el planeta, confundieron aún más a una población inmersa en sus vulnerabilidades cognitivas, sociales, y económicas muy grandes. Estos mensajeros del miedo se hicieron con nichos de mercado que han sabido explotar. Por todas partes salían asociaciones, fundaciones, consejeros, acompañadores, canales, foros, subforos e infraforos con soluciones, tratamientos, explicaciones y teorías de la conspiración, muchas teorías de la conspiración, demasiadas.
Así que en poco más de dos años hemos vivido dos pandemias juntas, una pandemia sanitaria con un virus que aún no tiene un tratamiento general pero sí unas vacunas que han frenado el conteo de muertes y consecuencias graves de la enfermedad, y otra pandemia de desinformación.
Y de esa pandemia de la desinformación vamos a hablar hoy. Nuestros invitados saben de eso como pocos en España, Alex hizo su tesis doctoral sobre coronavirus. Christian es divulgador científico y colabora con revistas como @serpadres_es, @miarevista y @muyinteresante, además de estar pendiente en twitter cada vez que él ve una barbaridad sobre desinformación o bulo, hace un hilo explicando de dónde sale, dónde está la desinformación y cuál es la información correcta. Si alguien sabe de la “ley de Brandolini” ese es Christian. Un tuit con una barbaridad sobre bulos, desinformación sobre la pandemia, puede que a Christian le lleve un hilo con más de 10 tuits con su correspondiente bibliografía para desmontar ese tuit inicial de alguna cuenta antivacunas, negadora de la pandemia o algo así.