Un golpe maestro

Mati Matarredona
18 min readApr 19, 2019

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https://remedios-varo.com/obras-remedios-varo/decada-1960/la-llamada-1961/

¿Cómo sería un mundo en el que en vez de un símbolo de tortura y muerte que preside muchos millones de lechos en el mundo hubiera una tabla periódica?

Los humanos somos insignificantes, estamos perdidos y estamos condenados a la más absoluta de las soledades cósmicas. Al Universo le importa nada lo que le pase a los humanos, y a cualquier forma de vida. Los amigos imaginarios creadores de la Naturaleza, que se ha inventado la especie Homo sapiens, han costado mucha sangre, sudor y lágrimas a los humanos. Las pareidolias, las ilusiones ópticas, los delirios y las alucinaciones han creado leyes divinas en base a una peligrosa nada defendida como “revelación”.

En el año 313 el “Edicto de Milán”, el emperador Constantino I dejó claro que dinastías con origen divino era algo que no estaba muy explotado a nivel político por sus lares, que estaría bien poner un punto de apoyo místico en los asuntos del gobierno, a fin de cuentas, el Homo sapiens es supersticioso de base, ¿qué más da en lo que crea?, lo importante es que “lo que crea venga de mi gobierno”.

Y todo esto por qué, Constantino tonto no era, se había dado cuenta que el Imperio Romano, que tantas glorias proporcionó a tantas personas, se caía a cachos. Habría que ir salvando lo que pudiera quedar de esas glorias. Se dio cuenta que la secta cristiana había sabido aprovechar la tecnología de la lecto escritura para avanzar en sus proselitismos de un dios dividido en tres sustancias. Era una idea que conectaba con la población un poco harta de los dioses paganos, adoradores del emperador en última instancia, y que al fin y al cabo no ofrecían lo que ofrecía esta nueva creencia “la salvación del alma”. Eso era muy prometedor.

Constantino I se dio cuenta que allá donde se extendía el, o los inicios de los restos del, Imperio Romano, habían comunidades de cristianas que erigían monasterios, enseñaban a leer y a escribir a sus adeptos, instruían en oratoria, y los mandaban “a predicar la buena nueva de que un tal Jesús había nacido, muerto y resucitado para salvar los pecados de la gente”. Y triunfaba, esa idea triunfaba. Al cómodo cerebro del Homo sapiens le encantan estas cosas que encima “son otros los que hacen la faena gorda”.

Resulta que Flavio Valerio Constantino, Constantino I el Grande, “tuvo una revelación” en 312. A Constantino no le gustaba la diarquía política que tenía entre manos, el primer paso fue derrotar al candidato Majencio, que encima era “arriano”, en 312 en Puente Milvio.

Tuvo una visión (“revelación”) la noche anterior a la batalla que lo llevó a “combatir bajo la protección del dios cristiano”. Esta visión consistió en la aparición de la señal de la cruz acompañada por una voz que le decía a Constantino «en este signo, conquistarás» en griego, genial, nada más a mano que una revelación.

Distintas representaciones del “crismón”.

Tras esta victoria se repartió el imperio con Licinio, existiendo una diarquía iniciada en 306 y hasta la muerte de Licinio en 324, año en que Constantino I asumió el control total del imperio.

Lo consiguió, unificó el imperio. Con ello, Constantino I se convirtió en emperador absoluto, un poder de claro carácter dictatorial y dando fin al intento de Diocleciano de repartir el gobierno del imperio, manteniendo las administraciones territoriales. Constantino mandó que a partir (o eso se cuenta) de la batalla del Puente Milvio, figurase en los estandartes o lábaros de sus tropas una cruz cristiana orlada con la inscripción «en este signo, conquistarás».

En el año 313 el “Edicto de Milán”, que Licinio, el socio de estado de Constantino dictó, otorga libertad de culto, con una finalidad de bien común y de seguridad pública. La mención que hace a los cristianos y el resto de sectas que no “conciliaban bien con los dioses paganos” es la devolución de los bienes que se les confiscaron. La legislación es global, no exclusiva sobre dicha minoría cristiana.

Un par de siglos antes hubieron persecuciones, desde el año 64 hasta el año 311 cuando el emperador Galerio suspendió las persecuciones a los cristianos y demás sectas, por el edicto de Tolerancia dado en Sérdica (Sofía), aceptado en Oriente pero resistido por los emperadores de occidente, sobre todo por Majencio. Las fuentes históricas, consideran que las persecuciones no se llevaron a cabo, exclusivamente, contra los cristianos por sus ideas religiosas, sino porque son acusados de conspirar contra el Estado (recordar que en el Imperio Romano se adoraba al emperador) incurriendo en delitos de lesa majestad de una forma sistemática.

Por otra parte la maquinaria dogmática cristiana vendía/expandía la conversión al cristianismo, como un buena noticia, “la buena nueva”, que consistía en “la revelación de la gracia divina”. Se vendió no sólo como un cambio de religión desde el punto de vista ritual y de la profesión de unos determinados principios doctrinales, sino que suponía una precisa y completa renovación moral, al adquirir nuevos valores éticos reflejados en el modo de pensar y en la conducta.

Lo llamaron “metánoia”, que viene a significar algo así como cambiar de opinión, arrepentirse, cambiar de modo de ser. Su etimología resulta de “meta”, más allá y “nous”, de la mente, y es un enunciado retórico utilizado para retractarse de alguna afirmación realizada, y corregirla para comentarla de mejor manera.

En el mundo del cristianismo es que la obra del espíritu santo está haciendo su labor en las personas. Ya saben, eso de ir contabilizando las almas humanas. (Me faltan emoticonos).

El significado literal de metánoia, de origen griego, denota una situación en que en un trayecto ha tenido que volverse del camino en que se andaba y tomar otra dirección, se concreta en el cristianismo en “el reconocimiento de la existencia del pecado original, la confesión de las propias culpas y en la expresión de la firme determinación de no volver a pecar”.

¿No os suena eso de “deconstruirse”?

Si no hay nada inventado, los primeros cristianos lo tenían claro, deconstruirse, arrepentirse y “adquirir la gracia de dios”, para “tener una buena muerte y el alma se vaya a algún sitio a la derecha de alguien/dios”, muy fácil.

La suma de estas actitudes y actos se resumían en el concepto de «retorno/conversión» a dios (epistrophé). Palabras muy bonitas, llenas de significados para ir explicando la más absoluta “NADA” para convencer a las personas que alegaban recibir la revelación cristiana, por lo general, gracias a la acción de predicadores, y que deciden acoger el anuncio de la venida del reino de dios conforme a las enseñanzas de un tal Jesús de Nazaret.

El “Edicto de Milán” promulgado en el año 313, es una carta epistolar, de naturaleza jurídica, estructurada en tres partes, por el cual se establece la libertad de religión en el Imperio Romano, dando fin a las persecuciones, dirigidas a ciertos grupos religiosos, sobre todo contra los cristianos.

En este Edicto es firmado por los Emperadores Constantino I y Licinio, dirigentes el Imperio romano del Norte y del Sur, quedaba establecida la libertad de culto, algo muy importante para que se ilusionara nuevamente con un Imperio Romano hegemónico del Mare Nostrum. Esa ilusión duró un par de siglos nada más.

325 Concilio Ecuménico de Nicea

Años después, durante el primer concilio de Nicea, y aquí hay disparidad de opiniones entre los historiadores y teólogos, celebrado en el año 325, en la residencia veraniega del emperador, el primer concilio ecuménico universal reconocido por todas las iglesias (católicos, ortodoxos y evangélicos de la época) convocado por el emperador Constantino I a medias con el papa Silvestre I y que juntó a 300 obispos cristianos, que no tenían una unificación de criterios dogmáticos.

Eso sí, los cristianos no eran tan primerizos en organizaciones, lo primero que plantearon fue una jerarquía que los adeptos acogieron con una naturalidad pasmosa.

Se decretó entre otras cuestiones o cánones:

  • Que fuese adoptada la cruz como símbolo oficial de la religión cristiana.
  • El credo cristiano.
  • Lo qué era herejía y lo que no.
  • Ahí, los que seguían a Arrio, sacerdote cristiano de Alejandría, probablemente de origen libio, cuyas doctrinas dieron origen al arrianismo, se colapsaron. Su doctrina, considerada herética por la iglesia, negaba la divinidad de Jesucristo, pues dios padre existía antes que él y le había creado de la nada. Eso no cuadraba con la santísima trinidad divina que vendían el grueso de los cristianos y expulsaron a Arrio, allá que se fue Arrio fuera de las fronteras del imperio al norte de Europa.
https://www.euston96.com/concilio-de-nicea/

Total, que los padres conciliares redactaron sobre la base del credo bautismal de la iglesia de Cesárea, “un símbolo de fe que demostraba la fe recibida y la confesión de la fe”.

Pusieron cuatro personalidades jurídicas, dios padre, el Jesús, el espíritu santo y la iglesia como valedora/veladora de todos ellos.

La cuestión es que parece que no se “recogió nada de lo dicho en el concilio”, algo muy extraño ya que la mayoría de los reunidos sabían leer, escribir, hablaban varios idiomas y eran conscientes de la importancia político/económica/religiosa que era ese concilio. Sí, quedó muy claro, por lo que respecta a las mujeres, que no podían aspirar al estado clerical como diaconisas.

https://www.biblegateway.com/passage/?search=Romanos+16%3A1-2&version=RVR1960

Esas “diaconisas” eran primeramente mujeres consagradas cuyo trabajo era altamente restringido, usualmente limitado a la asistencia a otras mujeres. Esto incluía asistir a mujeres en bautismos y otros servicios en los que la presencia de varones hubiera ofendido a la modestia. Cuando se aceptó el bautismo en niños, estas mujeres fueron relegadas a las tareas de limpieza y mantenimiento de limpieza de los centros monásticos de reunión cristiana.

En el año 380-381 Teodosio I el Grande, Graciano y Valentiniano emperadores romanos, promulgaron el “Edicto de Tesalónica” a la ciudad de Constantinopla, (Cunctos populos), por arte de magia legislativa los paganos pasaron de ser perseguidores a perseguidos por los cristianos, ya que el cristianismo “era la religión oficial del imperio desde ese momento”.

Victoria de la secta cristiana

Lo habían conseguido, Pablo de Tarso estaría encantadísimo, consiguieron introducirse en las calderas del Imperio Romano por la puerta grande. La gran parte de los que estaban contentos con el Edicto de Milán de 313 que daba libertad de culto se inhibió en favor de una secta fortalecida que había “conquistado el corazón del imperio, sus emperadores”.

Las leyes divinas estaban incrustadas en la leyes civiles.

Las iglesias orientales y occidentales andaban a la gresca, cada una seguía con sus cosas de los dogmas y algunos parece ser que iban adquiriendo más poder causando las envidias de otros.

Aparecieron los escritores

Dicen que un tal Agustín de Hipona, allá por el año 386, encontró a un chico mientras paseaba junto al mar intentando comprender el misterio de la trinidad (ese misterio cristiano que se publicita como tres entidades diferentes en una misma sustancia, dos creadas, una no creada ni engendrada y una creada y engendrada, sí, no piensen, se trata de un misterio, no tiene resolución) y el niño, valiéndose de una concha, intenta llenar de agua marina un agujero hecho en la arena de la playa. Agustín de Hipona cuando trató sonriente de hacerle ver la inutilidad de sus afanes, el niño repuso:

“No ha de ser más difícil llenar de agua este agujero que desentrañar el misterio que bulle en tu cabeza”.

Esta es una de tantas “revelaciones” a las que nos tiene acostumbrada la apologética cristiana, el asunto de las revelaciones es constante en los diversos personajes que llenan el mundo de la cristiandad.

Este personaje que lo llaman el primer doctor de la iglesia, esa industria que se ha hecho famosa por el proselitismo de un amigo imaginario que dividieron en tres sustancias, es un peso pesado de la logorrea cristiana.

Agustín es el caso de un señor muy listo que supo adaptarse muy bien a las circunstancias políticas del momento. Nacido en Argelia en 354, de padre gentil y madre cristiana. En Cartago, 384, conoció la secta de los maniqueos y se vinculó al maniqueísmo hasta los 28 años. En el año 384 deja de gustarle la secta maniquea y el en año 386 tiene “su propia revelación” y “accede a la gracia divina” que le empuja a convertirse al cristianismo, una revelación que se ha vendido muy bien por los siglos de los siglos, de esta forma “un misterio misterioso queda inconcluso por una estupenda revelación”.

Agustín escribió un libro llamado “Confesiones” en el año 400, que habla inmediata y directamente con su dios cristiano, es decir, esta obra “es revelada”; la obra tiene una continuidad de oración de este “ilustre hombre” con su dios. Los diversos autores posteriores siguieron su camino, iniciaban los escritos dirigidos a los cristianos con una serie de salvas y loas al dios. Consta de diez libros con sus correspondientes capítulos. Es un ejemplo de bella literatura que engrandece a un amigo imaginario inspirador/creador de la Naturaleza y las emociones que va sintiendo el autor a lo largo de su ciclo vital.

El arcaico miedo a la enfermedad y la muerte Agustín de Hipona lo magnifica en la conducta de su madre, Mónica, para salvaguardar “su salud eterna”, es decir, “su buena muerte”:

“Este accidente conturbó mucho a mi madre, pero como deseaba mi salud eterna, y con el más fino amor y caridad me paría espiritualmente a vuestra fe, procuró a toda prisa que se me confiriese aquel saludable Sacramento, con que había de ser lavado de todas las manchas de mis culpas, confesando a mi Señor Jesucristo para lograr el perdón de todos mis pecados hubiera tenido efecto nuestra intención entonces, a no ser porque mejoré prontamente y quedé fuera de aquel peligro. Así se dilató para más adelante mi bautismo, en que se había de haber lavado y purificado mi alma, creyendo que después de aquel lavatorio serían mayores y más peligrosas las manchas de mis delitos; como si fuera inevitable y forzoso volver a mancharme, si quedaba vivo”. Confesiones. Capítulo XI. 17.

Más de 100 obras dejó Agustín de Hipona, le sacó partido a la lecto escritura para dejar por escrito las dudas que se tenían en aquellos inicios del algo se le ha denominado “cristianismo”.

Algunos ven un intento de una teoría del conocimiento y del tiempo. Una teoría del conocimiento “basada en un amigo imaginario dividido en tres sustancias”, y la gracias divina que ilumina los senderos sin pecado.

Algunos ven intentos por dejar aportes al pensamiento filosófico, como la distinción entre el origen del mal, el obrar mal y el mal sufrido, y la subjetividad del tiempo.

El caso es que se encargó de dejar por escrito las “contestaciones que tenían que decir los adeptos a cualquier duda que se planteara sobre la gracia divina de la trinidad”. Para los cristianos del momento fue espectacular, “tenían todas las respuestas”, sólo tenían que leerlas o aprendérselas, muy fácil.

“Descarta la posibilidad de que dios sea el autor del mal, en relación al obrar mal, pero sí, en cuanto al segundo tipo, que es el sufrir un mal, puesto que dios es bueno y justo, premia a los que son buenos, así mismo, castiga a los que no lo son, haciéndolos padecer. El origen del mal es el libre albedrío de la voluntad del hombre. Las leyes humanas son dadas para el orden de la sociedad o nación y que no evitan ni juzgan los placeres desordenados del hombre, por tanto, existe una ley suprema que nada escapa a su dominio y que otorga a cada quien según merezca. El hombre es el único autor del mal. Y surge cuando su razón no tiene dominio sobre sus deseos o “concupiscencias”. El hombre necesita de la gracia de “cristo” para restaurar su naturaleza herida, pero al tiempo nos dice que “al recordar estas verdades no destruimos el libre albedrío, el hombre en la gracia encuentra la capacidad para vencer al pecado, fuente de todos los males. El hombre, en el ejercicio de su auténtica libertad (es decir, cuando está iluminada por la gracia), está persuadido del atractivo del sumo Bien”.

Argumentos circulares para que se llene de verborrea miles de libros por los siglos de los siglos. Verborrea iniciada con la idea de un creador supremo que no tiene nada que ver con el pecado pero, que está pendiente de las almas humanas para que cuando las personas vayan falleciendo ir haciendo criba a ver dónde van las almas, si a un cielo si no hay pecado o a un infierno si hay pecado, de todo eso hay que ir llevando una exhaustiva contabilidad ya que el patrimonio de las almas da unos buenos pingües beneficios.

Otra cosa por la que se venera a Agustín de Hipona es por su obsesión por las herejías, una herejía es una opinión o un conjunto de ideas que se oponen a las creencias consideradas irrevocables en un contexto social, “combatió casi cien herejías él solito”, todo un machote de la época.

Las herejías del momento que indicaban alguna duda sobre “los que habían dicho los patrísticos del cristianismo” tenía que aplacarse sobre la marcha.

https://www.augustinus.it/spagnolo/eresie/index2.htm

Agustín sabía cómo usar la severidad para extirpar la herejía, a él eso de la interpretación alegórica de las escrituras y la debilidad de la crítica bíblica maniquea le venía como anillo al dedo, le encantaba, conocía bien a los maniqueos, había estado entre ellos, no le fue difícil, con el beneplácito de Ambrosio inició una trayectoria literaria en base a sus “búsquedas de la verdad a través del conocimiento cristiano y divino”.

La movida le salió del diez, la cantidad de literatura posterior que desencadenó eso en la Edad Media fue inmensa. Todo en base a la idea de un amigo imaginario creador del Universo. Con las valoraciones, moralidades, conductas, leyes, comercios, y todo lo que tenga que ver con el devenir cotidiano de las personas. Lo copó, lo petó.

Cuestionar los principios fundamentales que vienen dados por la fe es herejía. La supuesta genialidad de Agustín de Hipona fue decir que:

la razón ayuda al hombre a encontrar la fe, una vez en posesión de la verdad a que condujo la fe, la razón tiene por finalidad ayudarle a entender esta verdad.

La razón acabará subordinada a la fe. Toma ya, o sea, hay que creer sí o sí en un amigo imaginario creador del Universo, como ellos lo explican, para que “consideren siquiera hablar contigo”, si no es así, te considerarán hereje y están dispuestos a darte las torturas que sean necesarias para que abjures de tu fe (si la tienes) y tengas una buena muerte para contabilizar las almas en el más allá, que yo digo (en este caso los cristianos) como es, porque yo lo valgo. Y no era más que el siglo IV, lo mejor no había llegado.

El caso es que Agustín que era muy prolífico, se dispuso a indicar que la caída de Roma no fue por el cristianismo. El pensamiento agustino parte de esa polémica y pretende demostrar que la caída de Roma no es producto del cristianismo. El título de esta obra cumbre de la literatura es “ Ciudad de Dios”, original y molón. Que Roma no había hecho las cosas “como dios manda”. La ciudad terrena debe adecuarse a la ciudad celestial, cosa que no hizo Roma, de ahí la caída de su Imperio. Dicho argumento fastidió la curiosidad humana por siglos, la fastidió y bien, fue fatídico, sobre todo para el desarrollo independiente de la ciencia, pues deja entrever que todo lo que el hombre realice debe ser cotejado con el texto bíblico y la tradición de la iglesia católica.

Qué, era un genio o no el Agustín de Hipona, un genio de lo suyo. Supeditó la Ciencia a la religión, o sea, “a lo que haya dicho el amigo imaginario en algunas revelaciones que son como las semillas de las ideas divinas”.

En materia de conocimiento, Agustín señala la iluminación divina como un proceso continuo realizado por dios en cada persona. Pero, por ser un elemento divino, pasa por el filtro de lo que diga la Iglesia, tanto por su tradición, como por las exigencias bíblicas. Aquí se frustró la curiosidad. Todo lo que se considere conocimiento tiene que pasar por el yugo de la iglesia para “hacerlo de acuerdo con las doctrinas cristianas, sus misterios y sus dogmas”.

A una mente inquieta como tendría Agustín, los misterios del cristianismo serían como crucigramas a rellenar en base a unos enunciados. Una mente “intelectual” rondando la idea divina de un amigo imaginario y cómo encajar todo eso con los “conocimientos científicos” que se tenían en ese momento. A todo esto llamaba estimular la piedad para que otros alcanzaran la iluminación divina, que eso no viene de base. El objetivo de toda esta literatura fantástica es la salvación del alma

http://www.iglesiapueblonuevo.es/index.php?codigo=bio_agustinh

El Mare Nostrum fue llenándose de obispos cristianos que a base de “delitos de blasfemias, herejías y anatemas”, fueron cambiando en pocos siglos la moralidad religiosa de muchas personas.

Con una férrea jerarquía y dejando de lado a la mitad de la población, con unas leyes civiles sumisas de leyes divinas inventadas en base a delirios y alucinaciones, como son las revelaciones, iniciaron una Baja Edad Media con más oscuridad que luz.

La lecto escritura se frenó, sólo estaba al alcance de los que accedían a los monasterios. Desde el siglo V hasta el siglo X la iglesia fue la valedora/veladora de la cultura clásica en occidente, la cultura y la instrucción quedaron restringidas al dominio del clero en un grado sin paralelo desde el antiguo Egipto, Justiniano (otro emperador cristiano) clausuró en 529 las escuelas de Atenas, eso sólo en Atenas.

Las ciencias basadas en la experimentación y la observación no les resultaban ni atrayentes ni útiles: no eran relevantes para la salvación eterna y, su dependencia de los sentidos les restaba valor frente a la revelación, ya saben, eso de la gracia divina. Ya hemos visto los argumentos circulares que Agustín escribía para que la Ciencia estuviera por debajo, muy por debajo de la moral religiosa.

La aceptación de soluciones sencillas (que reflejaban el mundo real) se retrasó por no cuadrar con el Génesis. La cosmogonía del génesis ha dado muchos quebraderos de cabeza a los cristianos. Agustín de Hipona (354–430), fue el principal canal a través del cual pasaron las tradiciones del pensamiento griego a la cultura de la cristiandad latina. Arreglando “de alguna forma” el estropicio que supone encajar lo que se contempla en la Naturaleza y lo que cuenta un libro escrito no se sabe cuando.

Para dar mejor circularidad a los misterios y dogmas mostraron un gran desprecio por la curiosidad por las cuestiones naturales, y un cierto menosprecio por el estudio de la filosofía, ya que podían distraer a los hombres de una vida agradable a Dios. No se pretendía que el estudio de la naturaleza condujese a hipótesis y generalizaciones científicas, sino que debía proporcionar símbolos vivientes de las realidades morales que condujeran a la gracia divina. Sus observaciones eran meras interpolaciones en el curso de una alegoría simbólica, que era lo único importante. Lo importante era tener una buena muerte para que dios pueda hacer algo con el alma del recién fallecido.

El tema que restringir la lecto escritura y menospreciar la curiosidad por la Naturaleza supuso un paso atrás en muchas cuestiones. El cristianismo que se vanagloriaba de no tener esclavos ahora tenía siervos que estaban al servicio de la aristocracia y nobleza o del clero. Vamos, que para la inmensa mayoría de personas el estatus no había cambiado, sólo cambiaron la justificativa moralidad del cambio de esclavos a siervos. La mujer continuaba igual, hiciera lo que hiciera, seguía siendo la sumisa que sólo servía para parir y criar y sin dar muchos problemas. Mientras, unos pocos privilegiados con acceso a la lecto escritura iban haciendo libros y justificando lo injustificable con falacias básicas, delatando a blasfemos y herejes e invocando anatemas allá por donde iban.

Una revelación de un emperador, una alucinación en un momento de máximo estrés antes de una batalla decisiva, puso una cruz en los lechos de millones de personas. Una revelación de un “buscador de la verdad” en un momento de crisis existencial por cuestionar unos dogmas y misterios divinos puso freno a la curiosidad humana.

Que yo sepa no ha habido una revelación con la tabla periódica, nadie ha dicho “pon una tabla periódica encima de tu lecho”, no han dicho “escruta los misterios insondables de la tabla periódica”. Resulta que la tabla periódica a dado más respuesta “reales” a las cuestiones humanas que todas las justificaciones y exégesis de las páginas de los libros “revelados”.

Seguiremos informando.

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