Los agresores sexuales no son monstruos, son hombres
Se han ofendido algunos machos humanos porque se ha dicho que son los hombres los que realizan casi el 98% de las violaciones, son los hombres los que ocupan las cárceles por delitos de violación, esto es, son los que violan, qué cosas, resulta que el 98% de las violaciones el agresor es un hombre, vaya, también se ofenden por dar ese dato. La masculinidad es/está muy frágil.
Para que no haya dudas al respecto indico los datos del año 2021 en el que se muestra que los condenados por delitos sexuales han sido en su inmensa mayoría hombres, y que hay tipificaciones en los que la mujer el cargo que más tiene es prostitución y corrupción de menores con 11 condenadas frente a 55 hombres.
https://www.ine.es/prensa/ec_am_2021.pdf
Las metáforas atribuidas a los delincuentes sexuales
Que a los violadores se les haya dicho por años, incluso siglos, “monstruos, enfermos, desalmados,… “ y demás adjetivos ha dado paso a que cuando se diga, “resulta que los hombres son los que más violan comparando hombres y mujeres”, se ofenden con unos enfoques teatrales, que ya quisieran los actores y actrices de teatro, es más, comparando cifras de condenados, las condenadas por delitos sexuales en mujeres es una cantidad mínima y residual en comparación a los hombres.
Incluso los curas y la curia eclesiástica de la industria de la religión cristiana achacan “al mal” que entre sus filas haya delincuentes sexuales. Le echan la culpa “al mal”. Que protejan a pederastas es culpa de humanos con intereses, objetivos y planificación para conseguir los objetivos. Que los mandamases de esa industria cristiana llamada religión cristiana hayan sabido desde siempre que se han utilizado a niños para saciar las ansias de poder en forma de abusos sexuales, que hayan protegido a sus pederastas más activos violando niños, y que encima se haya negociado con todo ello, forma parte de la ignominia que arrastra esta industria religiosa.
En “la tradición” tenemos otro ejemplo de pederastia y lo encontramos en los niños bacha bazi (“juego de niños”) que es la “tradición” de usar a niños para que bailen y hagan felaciones y otras prácticas sexuales a los hombres afganos, en su mayoría de religión musulmana. Los niños víctimas de esta práctica usualmente son originarios de zonas rurales de bajos recursos y son vendidos a hombres ricos para que protagonicen actividades de entretenimiento y sexuales. Los chicos tienen entre 10 y 18 años y son vestidos de mujer y usados como juguetes sexuales en reuniones de varios hombres. Es la esclavitud sexual envuelta en tradición. Los menores (niños) son obligados a vestirse como mujer para bailar en las ceremonias de bodas y otras fiestas. Los secuestradores de los niños afganos no son penalizados ni denunciados por los familiares, ya que sufren amenazas. El apoyo por parte del sistema legal a los secuestradores de niños hace casi inviable las denuncias.
Hombres que se defienden unos a otros
La pederastia está imbricada en la sociedad planetaria, violadores y pederastas tiene una ventaja respecto al resto de delitos, no es algo residual, forma parte de la cultura de la violación, no se denuncian ni un 10% de las violaciones que se realizan. Múltiples son los motivos y factores que hacen que no se denuncien a los agresores y a los pederastas. Y esto forma parte de lo que se llama “cultura de la violación”.
Se llama cultura de la violación a ese proceder de algunas sociedades que normalizan la violencia sexual hacia las mujeres y la Infancia, al ignorarla, fomentarla con actitudes misóginas o minimizarla. Sigue un patrón sociocultural de discriminación que reproduce, motiva e incentiva la violencia sexual al considerarlo algo cotidiano, negar la gravedad o el daño, culpar a la víctima o partir de una concepción estereotipada de lo que es una agresión sexual o de cómo es un violador. La cosificación sexual de la mujer y de la Infancia permite normalizar la violencia sexual. Se sostiene en la ausencia o la falta de aplicación de leyes sobre violencia contra las mujeres y la falta de protección a la Infancia. La cultura de la violación tiene en los pactos entre caballeros los orígenes de las violaciones grupales. Estas violaciones grupales han sido por algunos siglos el delito por el cual algunos se sienten unidos a una forma de proceder, cómplice y delictiva, que incluso algunos consideran sagrado.
La cultura de la violación es un término que muestra las formas en que la violencia sexual se normaliza y trivializa en nuestra sociedad. La cultura de la violación es muy real y no es una frase de moda. Fue acuñado por primera vez en la década de 1970. Hay un documental de 1975 llamado Rape Culture que analiza la normalización de la violación en nuestra sociedad. Esto no es nada nuevo. Los perpetradores de violencia sexual a menudo conocen a su víctima; 7 de cada 10 violaciones son cometidas por alguien conocido de la víctima. Así que minimizar el daño que ocasionan es una parte de su labor para poder mantener sus estatus de poder para utilizar los cuerpos de mujeres, niñas y niños para satisfacerse.
Hay muchos ejemplos de formas en que la violación y la agresión sexual se normalizan y trivializan en nuestra sociedad: comediantes que hacen bromas sobre lo borracha o drogada que iba la víctima, el infame comentario del presidente de los Estados Unidos “agárrala por el coño”, la policía preguntando a las mujeres qué llevaban puesto cuando fueron violadas, los jueces preguntando si la víctima cerró bien las piernas cuando la violaban, los curas, obispos y cardenales diciendo que los menores provocan los abusos sexuales, abogados de los agresores sexuales con sus defensas culpabilizando a la víctima por vestir de determinada forma, por la pornografía. Al demostrar ejemplos de la cultura de la violación y el tipo de lenguaje utilizado que perpetúa la cultura de la violación en la conciencia popular, demuestra que la “cultura de la violación” no significa apoyar a los violadores. Significa promover la cultura de la violación sin darse cuenta. Esa es la cuestión, que ni nos inmutamos cuando un cura dice que “el menor le ha provocado a abusar”.
Y para que el caso llegue a la justicia tienen que pasar años y llevarlo primero vía periodística porque el camino legal suele echar para atrás esos casos.
El cardenal Juan Luis Cipriani, arzobispo de Lima y primado de la Iglesia Católica de Perú, ha sido denunciado ante la justicia de su país por el presunto encubrimiento de las denuncias de abusos sexuales y vejaciones que se han hecho contra el grupo católico Sodalicio de Vida Cristiana (SVC).
Las defensas de los violadores
Que no se ve mal que el abogado de un violador revictimice a la víctima cuando las pruebas de los hechos son abrumadoras contra su defendido. Cuanto más abrumadoras son las evidencias más se carga contra la víctima. La presunción de inocencia del presunto violador pasa por encima de la revictimización a la persona violada. A la víctima se le puede decir cualquier cosa en el juicio con tal de preservar la presunción de inocencia, pero al violador, al agresor sexual, no, no se le puede decir violador hasta que el juez no ha dictado sentencia. Algo que es una garantía jurídica de la cultura de la violación.
La cultura de la violación está ligada a las campañas bélicas. La violación como arma de guerra es algo que lleva milenios usándose. La violencia sexual en los conflictos armados ha sido un fenómeno invisibilizado e ignorado a lo largo de la historia. Autoras como Elisabeth Jean Wood consideran que la violencia sexual es una categoría amplia que incluye la violación, la tortura y la mutilación sexual, la esclavitud sexual, la prostitución forzada, la esterilización forzada y el embarazo forzado, y define específicamente la violación señalando que se trata de la penetración del ano o la vagina con cualquier objeto o parte del cuerpo o la penetración de cualquier parte del cuerpo de la víctima o del perpetrador con un órgano sexual, por la fuerza o amenaza de la fuerza o coerción, o aprovechándose de un ambiente coercitivo, o contra una persona incapaz de dar consentimiento genuino.
Patriarcado y militarización van estrechamente de la mano, ya que a lo largo de la historia la violencia sexual ha formado parte del repertorio de acciones y de comportamientos en el que se socializa a los soldados para llevar a cabo la guerra –aunque no todos los soldados cometan violencia sexual–. También representa una forma de humillar simbólicamente al enemigo, al agredir a las mujeres que son percibidas como posesiones masculinas, transmitiendo el mensaje de que no ha sido capaz de proteger a “sus” mujeres.
La diversidad de agresiones sexuales de las que son objeto los hombres en contextos de conflicto es muy amplia, tal y como sucede en el caso de las mujeres, e incluye principalmente casos de violación –por parte de los propios perpetradores o con objetos, o situaciones en las que se obliga a una víctima a violar a otra (“violación forzada”)–, casos de mutilación o castración, además de torturas en los genitales, desnudos forzados y masturbaciones forzadas, entre otras prácticas.
Los interrogatorios usando la tortura también tienen la violación como una de las estrategias para conseguir la presunta información.
Hay una constante que se perpetúa en las diferentes sociedades cuando se habla de violaciones. La pregunta ¿Cómo se prueba la violencia sexual cuando la víctima no se resistió físicamente a la agresión? tiene una contestación que no le gusta a mucha gente. El que ante una agresión se pueda llevar a realizar tres conductas como son la lucha, la huida y la sumisión es algo que a muchos les viene muy bien. Se pone mucho énfasis, por parte de los defensores de la cultura de la violación en que la persona que están violando y presenta la conducta de sumisión es porque acepta que la estén violando. Ahí los agresores sexuales han hecho millones de birlibirloques judiciales para echar la culpa de la violación a la víctima. Porque la cruel realidad sabemos cuál es: La realidad es que la violencia sexual está asentada en la sociedad y los hombres violadores harán lo posible para zafarse de la culpa delictiva. Si tiene que mentir, lanzar bulos, espiar a la víctima y todo lo que esté a su alcance, incluso matarla, lo hará.
Justificaciones de pederastas y de agresores sexuales
La cultura de la violación es paradójica, no concibe que los violadores en su inmensa mayoría son hombres buenos, de esos “que saludan a los vecinos al bajar o subir las escaleras de su casa”, es decir, lo consideran “un hombre educado”, y a la vez culpa a las mujeres y las niñas y los niños, cuando hay ASI, de provocarlos, de llevarlos a un límite “inhumano”. De esta forma, no se comparan con los violadores y pederastas, no se consideran cercanos a esos delincuentes sexuales que “saludan a los vecinos cuando suben y bajan las escaleras de su casa”.
La figura del agresor sexual ha sido, la mayor de las veces, parte de un estereotipo construido sin evidencia empírica que lo sustente. La delincuencia sexual constituye un gran reto científico y aplicado, tanto por lo que se refiere a la explicación de su génesis como a su prevención. Los delincuentes sexuales forman parte de un subconjunto de delincuencia en el que el comportamiento sexual no tiene que ver con el sexo, tiene que ver con el poder, con demostrar que se es superior. El victimario agresor sexual no tiene un perfil estándar.
Si hay alguna característica que sí muestran en común es que los delincuentes sexuales suelen mostrar numerosas “distorsiones cognitivas”, creencias y actitudes erróneas que sesgan y justifican la propia percepción de su conducta y de los deseos e intenciones de sus víctimas. Eso no significa que los agresores sexuales tengan alguna psicopatología de base. No es que se les pueda dar un diagnóstico de enfermedad mental. Ni tampoco calificarlos de monstruos, son hombres, algunos con carreras universitarias, muy educados, con bastante dinero en las cuentas bancarias y un estatus social que protegerá caiga quien caiga.
Con los sesgos que exhiben los agresores sexuales es más fácil malinterpretar las situaciones sociales y negar la propia responsabilidad por los delitos cometidos. No concebir los atentados contra la libertad o el libre consentimiento sexual de otra persona está en la base de las distorsiones cognitivas de los agresores sexuales y de los misóginos en general. Así que lo que se consideran distorsiones cognitivas da paso a que los agresores sexuales sean vistos como fuera del rango humano.
Los monstruos no existen, los hombres violadores sí
Así que si se sigue pensando que los agresores sexuales son monstruos, el mal, enfermos mentales no avanzamos. Reducir el problema de la violencia sexual a la salud mental de los perpetradores, a llamarles monstruos, a ponerles esa ambigüedad llamada “el mal”, es una aproximación bastante limitada del asunto. El problema es de gran alcance. Es un problema colectivo y generalizado, no se trata de la salud mental de cada individuo de manera aislada. Culpabilizar a seres fantásticos no soluciona problemas, no da respuestas a las víctimas, no da re-inserción a los victimarios. Tenemos un elefante en medio de la sociedad y lo bordeamos sin parar para poder seguir con la vida.
En las violaciones grupales se les llama “manada” al conjunto de hombres que violan por turnos a una mujer, adolescente o una niña. Al llamarlos manada se les ha quitado la parte humana y se les atribuye una animalidad que está fuera de la humanidad. De esta forma ya tenemos otra vez la justificación de la falacia del escoces: “un verdadero escoces no hace eso”. Es decir, un verdadero hombre no hace eso, ya han vuelto a quitar el rasgo de “hombre” a los agresores sexuales. Y repito, son hombres los que cometen la inmensa mayoría de los delitos sexuales.
Conclusiones
Los agresores sexuales no son animales, ni ogros, ni bestias, ni manadas, ni monstruos, ni enfermos. No son hombres con instintos “irrefrenables”. Son hombres que consideran que el cuerpo de las mujeres y de la Infancia les pertenece y que pueden hacer con ese cuerpo lo que les venga en gana. La simplificación sociológica de llamar a los delincuentes sexuales monstruos, bestias, el mal, manadas, etc., no está dando soluciones y sí muchas justificaciones a los hombres violadores.
La mayoría de los delincuentes sexuales son hombres socializados que actúan siguiendo los patrones socioculturales hegemónicos del modelo patriarcal, y lo que es peor, pudiendo elegir entre hacer daño a la mujer o no, eligen hacer daño. Son completamente responsables del daño cometido, echar la culpa al patriarcado, cuando se puede elegir, cuando se tiene elección, también es otra forma de echar balones fuera. Han decidido hacer daño y lo han hecho, son machos humanos conscientes y comprendiendo que van a hacer daño, lo hacen. Muchos incluso ya tienen el plan de escape, el plan de defensa judicial y el plan para que se culpabilice a la víctima de los delitos que han cometido.
Decir que el agresor sexual es un monstruo da una excepcionalidad social a algo que es rutinario y cotidiano. La violencia sexual no es excepcional, es cotidiana. La intrafamilia tiene la mayoría de los delitos sexuales que se cometen. Son los padres, tíos, abuelos, hermanos, primos, cuñados, vecinos de las víctimas. Son hombres que actúan con plena conciencia de sus actos, con sus objetivos vitales, con sus planificaciones para conseguir esos objetivos, con sus ocios, con su familia, con su trabajo, con su carrera o profesión, incluso si no la tiene. Poner a los delincuentes sexuales de monstruos es dar aire a las metáforas cuyo objetivo es el ocultamiento de que los violadores son hombres que abusan, son hombres que delinquen, son hombres que han decidido hacer daño por el mero hecho de hacer daño. Son hombres amparados en la sombra de la legalidad porque no se denuncian ni el 20% de las agresiones sexuales que se realizan.
La idea de que el delincuente sexual es un “enfermo” o un “monstruo” falsea el análisis e impide afrontar el machismo y la misoginia estructural existente.
Bibliografía
https://politicalscience.yale.edu/people/elisabeth-wood
https://www.drogasgenero.info/wp-content/uploads/LasCifrasImportan_Noctambulas_FSC_c.pdf
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https://coencuentros.es/ten-cuidado-la-cultura-la-violacion/