Infalibilidad del anillo piscatorio
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-El poder de este anillo es su infalibilidad, no se cuestiona bajo ningún concepto, cualquier documento que tenga el sello del anillo piscatorio es palabra divina, la que viene a dar calma a vuestro corazón y paz a vuestro espíritu -decía con poética verborrea el eclesiastés.
-Defender que se revela una depresión que inevitablemente resulta de buscar la felicidad en las cosas del mundo, con consecuencias divinas, da para muchas literaturas fantásticas o no. Personas consideradas sabias, como el eclesiastés, han insistido en que el auténtico sentido de la vida está tras la muerte en un encuentro muy fortuito con el supremo hacedor de la creación -aplaudía el monje.
-Las incertidumbres cotidianas, algunas muy graves, son explotadas para vender la comprensión del vacío y la desesperación. Conceder trascendencia y espiritualidad a un cerebro humano imperfecto cierra círculos más allá de la fantasía, vendiendo que la vida no es sino una sombra de las glorias por venir en un cielo que sólo es accesible a través de rituales, rezos, que mantienen creencias y han sentido “que la Ciencia los ha traicionado”, traerá problemas -indicaba el científico.
-Ahora en el silencio, ahora en la quietud, ahora voces se alzan. Voces con babas pretéritas de rancias realezas perdidas en las desidias divinas de los recovecos de los deseos.Voces desafinadas que exigen sin educación su parte de un pastel que creen se han ganado por los siglos de rigideces cognitivas adquiridas con lectoescrituras baldías -predecía el oráculo.
-Me quieres por lo que deseas de mí, no por mí -gritaba el coro.
-Acudirá a los lamentos de los oprimidos blandiendo la espada de la misericordia -resonaban ecos lejanos.
-Mi cerebro te ha hecho, te ha creado, mi cerebro no sabe ahora cómo poner tanto delirio suelto durante milenios en el rincón de pensar. No hay vuelta atrás en que el ser trascendental se inventó en unas cavernas contando cuentos a los niños. Hora es ya que se deje el camino libre al Conocimiento -continuaba el coro.
-¿Qué será de mí despojado del poder de infundir miedo?, ¿qué motivos mostraré para continuar viviendo de una logorrea divina?, ¿qué será de mis manos si cambio la pluma por el arado? Ah, de aquel que ose escribir que tras la muerte no hay creador, no hay felicidad pactada, no hay bula que se precie de tal herejía -gemía el eclesiastés.
-¡¡Vivirás la realidad!! -gritó el coro.